Prólogos y Colaboraciones Editoriales


Sensualidad, belleza y el arte de la fotografía

“¿Cuál será pues la causa del amor? En primer lugar, el bien, porque nuestra apetencia o nuestra tendencia encuentra en él la satisfacción plena que le hace complacerse en él y detenerse en él. Entre bien y lo bello, los cuales son inseparables del ser, no hay más que una distinción de razón.

En el bien la voluntad encuentra sosiego. En lo bello, es la aprehensión sensible e intelectual la que encuentra su sosiego”.
(Gilson E.)

Los antiguos griegos lo habían comprendido. Unieron ambos conceptos en una palabra: Kalokagathia. (Belleza - Bondad).

El genio ruso de Fiodor Dostoievsky, proclama: “La Belleza nos salvará”.

Así Sea

Chesterton

Este es un libro de fotografías. No hay muchas palabras que agregar a ellas. Fotografías de mujeres. Diría un homenaje a la belleza femenina y a su sensualidad. Sin embargo nos sentimos impulsados a reflexionar un momento sobre lo bello y lo bueno. En una palabra la indivisible cualidad que todo arte debe expresar en su forma y su contenido.
La frágil frontera que separa la dignidad y el respeto de un tratamiento muchas veces vulgar del tema de la sensualidad, el erotismo y eventualmente el desnudo en la fotografía de mujeres, requiere de una solvencia estética especial para no rebasarla. Pablo Cersósimo posee una especial sensibilidad y una técnica depurada, siente profundamente el tema y lo trata obteniendo imágenes de subyugante belleza.
Sentir es también sentirse. Lo que Pablo propone es que toda mujer participe del juego de la imagen espejo. La imagen donde la espectadora sublime su propia imagen identificándose con la de la fotografía. Es precisamente allí donde lo bello y lo bueno se asocian. Recordamos que alguien se ha interrogado alguna vez si un avión vuela porque es bello o es bello por que vuela. Forma y función son solidarias e indivisibles.
¿Esto que es? Esa pregunta frente a estas obras da como respuesta una categorización, una clasificación.






Sin embargo, deberíamos decir que se trata de un género fotográfico en primer lugar. Evitar la clasificación, es decir, no es fotografía de moda, no es erótica, no es publicitaria, no son retratos, pero si son fotografías de mujeres hermosas que bien pudieran parecer a alguien que son de moda, que son eróticas, publicitarias o retratos.
Los estilos en fotografía se distinguen de los de las bellas artes, los que al innovar tratan de excluir y superar al anterior. En la fotografía conviven los estilos y las escuelas a lo largo de su historia. Una similitud con el arte oriental que no sepulta lo anterior. El arte fotográfico, parte esencial de la cultura, acumula.
¿ Acaso las fotografías de Cersósimo no nos evocan a veces a Irving Penn, a Avedon y porque no a Newton. Al Baron de Meyer ? No nos hacen pensar en Mapplethorpe?
Evidentemente la fascinación que provocan tienen que ver con lo mejor que la fotografía entrega por medio de un creador. Ese sentido de participación donde la belleza de las imágenes nos hará concluir en los significados y las emociones que nuestra propia consciencia les adjudique.
He aquí que decimos imágenes. “El término fotografía se sustituye por el de imagen cada vez que la alteridad propia de dicha fotografía se resiste a pertenecer a un género”.
Diferenciemos el “encuentro con el otro” de la “imagen del otro” y allí tendremos una “distancia irreductible” entre la ponderación y el valor de una imagen visual y una fotografía.
Pareciera que Cersósimo tiene el don de darnos a elegir, nos seduce y nos confunde y finalmente nos conduce a encontrarnos con el otro por un único camino, la belleza.
Sabemos que con estas fotografías no se agota la producción de Pablo, muy pronto podremos disfrutar de su propuesta dirigida a la naturaleza en estado puro y quienes la hemos podido contemplar no podemos menos que decir que con sus fotografías Pablo Cersósimo hace suya, a sabiendas o no, la afirmación de Dostoievsky que citamos al comienzo. Solo, “ la belleza nos salvará”.

Edgardo Filloy
Marzo de 2008


Texto para el libro Wild South
de PABLO CERSÖSIMO

I
PROLOGO

Sur

“Anhelaba fijar toda la belleza
que apareciera ante mí,
y por fin el anhelo ha sido satisfecho”

Julia Margaret Cameron



Ver es distinto que mirar. Es descubrir, entender y en el caso de la fotografía, también es dar a conocer. Es este ver de un modo particular lo que otorga calidad y significado a la mirada.


Dice Herbert Read que el arte es en definitiva “la expresión concreta de la experiencia sensible”. Esta definición confirma de modo inequívoco, que no hay azar en el conjunto de decisiones, estéticas e instrumentales, que un fotógrafo asume en el momento preciso en que genera una imagen.


Cada momento en que la realidad que nos rodea transcurre frente a nuestros ojos, es un momento inédito, irrepetible. Sin embargo, hay algunos que son especiales. Son aquellos en que el acontecer, lo que ocurre frente a nosotros, nos compromete y nos hace ser parte de él.
Allí está el momento de la creación del fotógrafo.


En esas múltiples circunstancias y con el criterio de clasificar al artista, muchas veces se pierde el verdadero objetivo. Se trata de establecer y ubicar al fotógrafo en un género, lo cual suele ser un error. El análisis de una obra debe pasar por la calificación y entender que los géneros abordados tienen que ver con estímulos que desde su interior el artista recibe cuando enfrenta la realidad.



En ese sentido, fotografiar es una suerte de confesión de las emociones y la visión del mundo que tiene un autor. En Pablo Cersósimo se aprecia claramente una ética de la estética. La belleza como eje y el empeño en una visión ecológica del hombre y la naturaleza. Su anterior libro FEMMES es una prueba de ello que es confirmada con las imágenes que hoy vemos aquí, en esta nueva entrega.


Imágenes sobrecogedoras del paisaje y la fauna de la Argentina. No son postales. Hay algo más en ellas. Son un diario íntimo del acontecer de los habitantes naturales, sin la presencia del hombre, y del entorno de esas maravillosas regiones.


Si la fotografía siempre evoca al pasado, o lo que ha sido, como dice Roland Barthes, en este caso, está clara la idea de Cersósimo, hacer de ellas imágenes perdurables, o mejor sería decir memorables. Detener en ese instante el milagro de una naturaleza bella e intocada. Convive con el artista, el hombre preocupado por conservar estos ámbitos que son, en definitiva nuestra casa. La Tierra.


Leonardo observaba el vuelo de las aves y pensó en la máquina de volar, observó la vida en el mar e ideó lo que hoy es el submarino y los equipos de buceo. Observó al hombre y a la naturaleza. Mucho más hizo, este genio anticipador por cierto. Poseía, entre muchas, la cualidad que señalamos antes. Mirar para ver, para descubrir, para entender. El dibujaba, detenía, fijaba, inmortalizaba sus visones materializando de una forma concreta su afán de conocimiento, su necesidad de comprender el universo y la vida.
Así nos dejó el maravilloso testimonio de su experiencia sensible.


Hoy la fotografía permite volver a recorrer caminos como los que buscaba Leonardo Da Vinci. Y como él, en este caso, por la apuesta a la belleza, por la búsqueda en la naturaleza de la condición humana.


Nos debatimos reflexionando en la flecha del tiempo. Ese proceso irreversible inherente al fenómeno de la vida. Recientemente Prigogine, ayer de algún modo Darwin, han aportado al tema. La Fotografía interviene de un modo significativo en la historia del tiempo y los procesos irreversibles. Detiene el instante en el tiempo, lo inmortaliza.

Recordemos a Heráclito. Una parte del río fluye y cambia, hay otra, el lecho y su cauce, que es relativamente permanente y que es lo que guía el movimiento del agua. Hay opiniones que afirman que el cauce es la medida universal que ordena el cosmos, y el agua del río que fluye es la idea del tiempo, de lo irreversible.


A primera vista esto puede parecer contradictorio, pero Heráclito sostiene que los opuestos no se contradicen sino que forman una unidad armónica, dialéctica, nunca estática. El equilibrio de las antinomias del que hablaría Proudhon en el siglo XIX. Es razonable, entonces, concluir en que la fotografía captura un instante de ese incesante devenir del tiempo en la apariencia de todo lo aprensible por la visión.


La fotografía, tiene que ver entonces, con el acontecimiento, con lo irrepetible. La realidad en su contexto, la flecha del tiempo se presenta dentro del destino irreversible del universo. El instante recuperado. Esa agua que no será la misma y sin embargo volverá a pasar por el cauce del río.


Las fotografías nos dicen que el artista estuvo allí y su retina guardó esas imágenes, remitiéndonos siempre al pasado, a la memoria e invitándonos a compartir con él la experiencia de la belleza. Invitación al deleite, nunca a la melancolía.
Iniciemos pues, este fascinante viaje que nos proponen las imágenes de Pablo Cersósimo.



INTRODUCCION

Naturaleza pura, el hombre con su cámara asoma.

La naturaleza que habla a la cámara
es distinta de la que habla a los ojos;
distinta sobre todo porque un espacio elaborado
inconscientemente aparece en lugar de un espacio
que el hombre ha elaborado con consciencia.

Walter Benjamin

Vivir y comprender la increíble experiencia de presenciar la naturaleza en estado puro, su profundo equilibrio en medio de su irreversible devenir es un privilegio de todo hombre que haya asumido y sea movilizado por el testimonio inapelable del milagro de la vida, debe tomar conciencia de su compromiso con ella.


El hombre, el fotógrafo en este caso, inmediatamente después de su observación, de su mirada, ejerce con su cámara la visión de un fragmento que sintetiza y evoca su emoción ante la totalidad. Es casi una actitud protectora que, por otra parte se verifica en todo arte, la fragmentación. Todo arte es fragmentario y por ello significativo.


El hombre asoma a estos paisajes y se inserta a las rutinas de estos pequeños o grandes pobladores de llanuras, mesetas, ríos, cielos y mares. Inicia una larga espera, nunca invasiva sino de integración y establece un diálogo.
El lenguaje de la fauna es siempre misterioso, pero una suerte de intuición termina instalándose en esta relación.


Heme aquí frente a ti, parecen decir. Y el hombre que asoma, el fotógrafo en este caso con su cámara se expresa, diciendo simbólicamente: Déjame llevarte conmigo, muéstrame lo mejor de ti, para que cuando te vea o te vean otros aprecien nuestra proximidad y nuestro particular diálogo.


Algo parecido ocurre con el paisaje. Parece inmutable. Atento a nuestras intenciones y así deja verse.
Cuando nuestra presencia se ha integrado al todo, comenzamos a escuchar los mensajes de esa naturaleza aparentemente inmóvil.
La brisa o el viento. La calidez de los amaneceres. La meseta donde vidas pequeñas se mueven a hurtadillas. Las montañas buscando el más allá con su altura. Los ríos como venas conductoras de nuestra más preciada savia: el agua.


Cada momento, cada murmullo, cada sonido breve o el violento tronar de un cielo tormentoso, nos lleva a la mirada de nuestra cámara para preservar ese instante que simboliza una vez más nuestra vocación por conservar, por cuidar este escenario maravilloso de la naturaleza, de nuestro mundo, en este caso de nuestro Sur, al cual hemos sido invitados a formar parte.


Loable dedicación la de Pablo Cersósimo. Ha encontrado una síntesis entre una calidad estética inigualable y su profunda vocación por la conservación de especies y naturaleza. Sus fotografías nos hacen amar todo lo que nos muestra, ciertamente porque transmiten mediante su belleza todo su amor, comprensión y preocupación por la condición humana en su relación con todos los habitantes de una misma casa. Nuestro planeta Tierra.

Cuantas más fotografías vemos de él, sea del tema que sea, que no son pocos, advertimos una actitud profundamente inquisitiva, antropológica diría de la contemporaneidad que le toca vivir. Desde la naturaleza hasta lo urbano pasando por la mujer, es un largo discurso sobre el amor a la vida tomando a la belleza como eje.



EPILOGO

El Fotógrafo. Una Forma de ser parte del todo.



“Si tus fotos no son lo suficientemente buenas
es que no te has acercado lo suficiente“

Robert Capa


Para Walter Benjamin: Hacer las cosas más próximas a nosotros mismos, acercarlas más bien a las masas, es una inclinación actual tan apasionada como la de superar lo irrepetible en cualquier coyuntura por medio de su reproducción.


En el fotógrafo esto tiene que ver con asumir la realidad como algo ajeno o en cambio sentirse dentro de esa realidad, formar parte de ella.
Esto que parece retórico, es sin embargo un aspecto fundamental en la ponderación que merece el fotógrafo como artista y como hombre comprometido.


Tomar o capturar la realidad como si esta ocurriera en un escenario, no introducirse en ella, contemplándola como desde una butaca implica una disociación, la ilusión de un mundo paralelo desde el cual se puede observar la vida.
La fotografía finalmente se expresa en un plano, sobre un papel, es estática, un objeto inerte casi desde el punto de vista físico.


Sin embargo. Y éste es el valor del artista, como lo insinúa Capa. Cando el fotógrafo está inmerso en la escena, cuando forma parte de esa realidad de la cual extrae un fragmento,
esa hoja de papel aparentemente inerte, transmite o evoca, sensaciones, olores, zozobras, miedos, compasión, en fin, emociones.
Esta es la forma de ser parte.
Hay muchos ejemplos que podríamos mencionar al respecto.
Se dice que la fotografía es la historia contada por instantes. En ella sólo tenemos el acontecimiento. El mismo es la base del relato que podemos construir de nuestras realidades pasadas y presentes.
Muchas veces nos preguntamos qué seria del relato de nuestros recuerdos sin el acontecimiento.


La vida cotidiana de los pueblos, sus actitudes con respecto de su hábitat, su relación con la naturaleza a través de los tiempos. El día a día es donde ocurre el acontecimiento.
La fotografía ha rescatado para siempre el acontecimiento.
La historia no sólo puede contarse por el relato de grandes epopeyas. Hoy día la heroicidad está en todas partes.


Este desafío está presente en las fotografías de este libro.
La naturaleza y su transcurrir, las conductas de supervivencia y equilibrio de las especies son también el acontecimiento.
Tanto como el sol que nos baña cada jornada o los hielos guardianes y nutrientes del bien más preciado.


Dijimos en el título “Sur”. Sí. En realidad estamos hablando de la Argentina. No podemos marcar con precisión donde comienza ese Sur.
Comienza, tal vez, en la primera fotografía de Pablo Cersósimo de un paisaje sobrecogedor o de la ternura de un animal en su trabajosa supervivencia.


Habrá otros Sures. Éste es el nuestro, el que Pablo nos ofrece con un claro mensaje. Casi como el marciano de las Crónicas de Ray Bradbury, él con sus fotos nos dice. Yo soy uno de ustedes y ahora también soy esa montaña, ese Cóndor o esa Ballena, y estoy aquí.


La fotografia siempre es un compromiso y lo es en tanto constituye un lenguaje con sentido.
Un lenguaje estètico que a partir de sus significantes nos conduce a los significados.


Ellos se expresan sin duda alguna,ya sea en la elecciòn temàtica,su aproximaciòn visual y su cautivante belleza con las que el fotògrafo nos propone lo que vale la pena mirar y preservar de nuestro entorno biològico y natural.


A partir de aquí,entonces,el hombre debe buscar su lugar.
No como espectador.Sino como parte de la naturaleza para practicar hacia ella el mismo respeto que reclama para si mismo.



En cada una de las imágenes de Cersosimo tenemos la posibilidad de reconocernos, de pensar en nuestros valores, en aquello que importa.


Sus imágenes son minuciosas, su calidad excepcional, pero esto seria un elogio mezquino si no dijéramos que más allá de todo eso, con sus fotografías nos está proponiendo un mundo mejor. Un mundo que no es sólo un recuerdo, sino una posibilidad.


Su mensaje finalmente es hablarnos con imágenes de un mundo al alcance de nuestra presencia y de nuestros sentidos.
Guiados por su sensibilidad.
Un mundo que vale la pena vivir y mirar.



Edgardo Filloy
Fotógrafo
Septiembre de 2009.-